La vida es un pastel de manzanas


Después de recorrer más de dos millones de kilómetros alrededor del mundo y visitar unos cuarenta países, por fin me he dado cuenta que vivir bien, desde el punto de vista económico, es como hornear un buen pastel de manzanas. 

Si bien es cierto que las manzanas son un componente importantísimo para disfrutar del famoso pastel, no son el único ingrediente. A decir verdad, si uno se olvidara de cosas como la harina o el agua, nunca tendría un pastel al final del proceso.

Hoy en día, me da la impresión de que cada vez son más los que creen que la buena vida está directamente relacionada con la cantidad de dinero que uno gana. Actúan como si el dinero y las cosas materiales fueran el corazón de la buena vida. Se enfocan en las manzanas y se olvidan de los demás ingredientes.

Desde los profetas de la prosperidad, pasando por los profesores del materialismo y los periodistas de noticias internacionales, muchos de los influyentes del mundo están muy afectados por una filosofía que nos ha fallado de forma miserable: la filosofía del materialismo.

Es imposible vivir bien si uno adopta el materialismo. «La vida del hombre», dice Jesucristo, «no consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Lucas 12:15, rv-60). El bienestar requiere de dinero, pero no es el ingrediente esencial para la buena vida.

La prosperidad integral

Juan Carlos era un conocido asesor legal del presidente de un país latinoamericano. Era respetado, apreciado, escuchado y reconocido como un líder pensador en su nación. También había hecho algo de dinero. Tenía dos empresas, varios autos, un chofer y, para cuando me vino a ver a mi hotel, estaba a punto de divorciarse de su tercera esposa.

Algo no andaba bien en la vida de mi buen amigo latinoamericano. A pesar de tener fama, fortuna y el respeto de la comunidad, su vida se le caía a pedazos. Este es el típico caso de muchas manzanas y pocos ingredientes. Es imposible construir un pastel de vida feliz sin tener todos los componentes.

En la vida, el concepto de prosperidad y de felicidad tiene que ver con mirar a nuestra vida como un todo. Así como para tener un buen pastel necesitamos todos los ingredientes, de igual forma para «vivir bien» necesitamos crecer y prosperar de manera equilibrada en cada aspecto de la vida: trabajo, ingresos, relación de pareja, relación con los hijos, relación con Dios…

Jesús nos dice: «¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma?» (Marcos 8:36, ntv). Eso significa que, a veces, para que una parte de nuestra vida crezca, otra debe esperar. Para que mi relación con mis hijos mejore, algunos de mis compromisos tendrán que posponerse. Para que el amor crezca en mi matrimonio, quizá alguna gente tenga que esperar a que vuelva de mis vacaciones. Para que mi vida interior se desarrolle, el resto del mundo no me encontrará por una hora cada día.

La casa puede esperar, los hijos no. El ascenso en el trabajo puede esperar, mi familia no. La iglesia puede esperar, Dios no.

Hoy en día vemos a una nueva generación de jóvenes y adultos que han tenido acceso a una mejor educación, mejores trabajos, mejores cuidados de la salud, mejores viviendas que sus mayores y, sin embargo, llegan al tope de la escalera del éxito para darse cuenta de que la escalera estaba apoyada en la pared equivocada.

Estas personas llegan a la edad de la jubilación, se sientan a la mesa de la cocina y, mientras toman un café con leche por la mañana, el esposo le dice a su esposa: «Yo la conozco a usted… de algún lado la conozco. Ah… usted es la que limpia aquí, ¿no es cierto? Es la que cocina, la que barre y lava la ropa, ¿verdad?». Han vivido bajo el mismo techo, pero no han sido una pareja. Han tenido una casa, pero no han tenido un hogar. Han acumulado bienes, pero no se han dado a sí mismos el uno al otro.

Me sorprende ver la cantidad de parejas en nuestro continente que rompe el vínculo matrimonial después de quince o veinte años de casados… Es entonces cuando nos sentimos vacíos. No nos sentimos satisfechos con los logros alcanzados, ni nos damos cuenta que hemos pagado un precio demasiado alto en lo personal y familiar por el éxito financiero obtenido. Llegamos a la cúpula y descubrimos que estamos solos.

Prosperidad es, entonces, algo muy diferente de lo que nos enseñan los profetas del materialismo. Prosperidad integral, el bienestar, como lo llama mi buen amigo Hoggier Hurtado, es llegar al final de la vida alcanzando las metas financieras que nos propusimos y, a la vez, poder decirle a nuestra esposa mirándole a los ojos: «El pastel estaba sabroso… ¡y ni siquiera le faltaba sal!».



Andrés Panasiuk
Conferencista internacional en temas familiares, religiosos y sociales y por su participación en el programa radial  “Conceptos Financieros”. Autor de varios libros: ¿Cómo Llego a Fin de Mes?" (Galardonado como el "Mejor Libro Original del Año 2000"), entre otros. Ha producido la serie de videos "Finanzas Familiares". Fundador del área hispana de Crown Financial Ministries, una organización no-lucrativa, de la cual es su actual Vicepresidente Primero para Latinoamérica.

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