Lamento en mi corazón comunicarles esta mala noticia…


La conversación personal, cara a cara, profunda como la conocíamos hace diez años, acaba de morir. Mi más sentido pésame...


En algunos restaurantes europeos les decomisan a sus clientes sus teléfonos celulares. Se trata de una corriente de personas que busca recobrar el placer de comer y conversar sin que los ring tones interrumpan. Estoy pensando en hacer algo similar en nuestra congregación!

La noticia me produjo nostalgia, ya no recuerdo lo que es sostener una conversación de corrido, larga y profunda, sin que mi interlocutor me deje con la palabra en la boca porque suena su celular o le mandan un mensajito o se engancha con el twitter.
Gracias al celular y los mensajes de texto, la conversación se está transformando en algo que no lleva a ninguna parte. El teléfono es un verdadero intruso. No niego las virtudes de la comunicación por celular y la integración global que ha producido, pero me preocupa que mientras mas nos comunicamos a la distancia, menos nos hablamos cuando estamos cerca.

Me impresiona la dependencia que algunos tienen del teléfono. Casi nadie puede resistir la sensación de abandono y soledad cuando pasan las horas y no reciben ningún texto o no suena. Por eso quizá algunos nunca lo apagan, ni en el cine, ni siquiera en la iglesia!! He visto a mas de uno contestar en voz baja o escribir por texto: “Estoy en la iglesia, después te llamo”, como si fueran Jefes de estado y están recibiendo el status del Pentágono.

También puedo sentir la señal de desamparo que se produce cuando las azafatas dicen que el avión está a punto de despegar y hay que apagar los aparatos electrónicos… todos empiezan a escribir frenéticamente y a hacer llamadas de emergencia, hasta que les obligan por cuarta vez a apagarlo.

Muchas veces estoy en una reunión y de pronto un pitido anuncia la llegada de un mensaje y el personaje que tengo enfrente se lanza sobre el teléfono. Casi no pueden abstenerse de contestar de inmediato. Lo veo teclear un rato, masajear la bolita, sonreír en silencio, luego mirarme y decir: “Qué me decías?” Pero ya la conversación no me interesa, no soy importante para quien tengo enfrente, o por lo menos, no le importo mas que quien le acaba de escribir. Estoy harto incluso de los que hablan conmigo por teléfono y me dicen: “Me está entrando otra llamada, ahora te llamo”, demostrándome que está hablando conmigo solo hasta que tenga a alguien mas importante con quien hablar. No conozco a nadie que no tenga esa tecnología y no sea adicto a ella.

Es la tiranía de lo instantáneo, de lo disperso, de la sobredosis de información y de la conexión con un mundo virtual que está terminando de matar el placer de conversar con el otro, como si el otro fuera lo mas importante del mundo.

Ahora entiendo por qué la gente se enamora tan poco, porque cuando se encuentran a tomar algo o intentan conversar, cada uno está en su mundo y aunque tienen el celular de última generación y conexión wi-fi de máxima velocidad… están más desconectados que nunca.



Por Dante Gebel
Nota extraída de Facebook

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